Pedro Antonio de Alarcón
Moros y cristianos
(Cuento)
X
Mucho y muy regaladamente debió de dormir aquella noche el matrimonio agareno entre los matorrales del camino, pues no serían menos de las nueve de la siguiente mañana cuando llegó al pie de Cabo-Negro.
Hay allí un aduar de pastores y labriegos árabes, llamado «Medik»,
compuesto de algunas chozas, de un morabito o ermita mahometana y de un
pozo de agua potable, con su brocal de piedra y su acetre de cobre, como
los que figuran en algunas escenas bíblicas.
El aduar se hallaba completamente solo en aquel momento. Todos sus
habitantes habían salido ya con el ganado o con los aperos de labor a los
vecinos montes y cañadas.
-Espérame aquí... -dijo Manos-gordas a su mujer.-Yo voy a buscar a
ben-Munuza, que debe de hallarse al otro lado de aquel cerro arando los
pobres secanos que allí posee.
-¡Ben-Munuza! -exclamo Zama con terror. -¡El renegado de quien me has
dicho...!
-Descuida... -interrumpió Manos-gordas.- ¡Hoy puedo yo más que él!
Dentro de un par de horas estaré de vuelta, y verás como se viene detrás
de mí con la humildad de un perro. Esta es su choza... Aguárdanos en ella,
y haznos una buena ración de alcuzcuz con el maíz y la manteca que
hallarás a mano. ¡Ya sabes que me gusta muy recocido! ¡Ah!, se me
olvidaba... Si ves que anochece y no he bajado, sube tú; y si no me hallas
en la otra ladera del cerro o me hallas cadáver, vuélvete a Ceuta y echa
la carta al correo... Otra advertencia: suponiendo que sea mi cadáver lo
que encuentres, regístrame, a ver si ben-Munuza me ha robado o no este
pergamino... Si me lo ha robado, vuélvete de Ceuta a Tetuán, y denuncia a
las autoridades el asesinato y el robo. ¡No tengo más que decirte! Adiós.
La mora se quedo llorando a lágrima viva, y Manos-gordas tomó la
senda que llevaba a la cumbre del inmediato cerro.
Ningún comentario:
Publicar un comentario
Nota: só un membro deste blog pode publicar comentarios.