JOSE ANTONIO SUAREZ
LA JAULA
Cuando Luis Brusi oyó que aquel sujeto le aseguraba ser el inventor de una máquina para pesar el alma, le pidió que le echara el aliento antes de llamar al celador. Trelles, como así se llamaba su visitante, no esperaba semejante descortesía de un antiguo conocido de facultad y lo miró por encima de los gruesos cristales de sus gafas, tratando acaso de comprobar que se trataba de la misma persona. Lo era, no tenía tan mala memoria para haberse olvidado del rostro avinagrado de Brusi. Después de unos instantes de vacilación obedeció sin replicar.
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