31 de xullo de 2011
O blog Publicacións Galegas pon na rede revistas históricas
Mais
30 de xullo de 2011
20.000 leguas de viaxe baixo os mares (XXXIII).
Fíxose de día. As brumas matinais envolvíannos, pero non tardaron en desgarrarse. Dispúñame a examinar atentamente a superficie do aparello, que no seu parte superior presentaba unha especie de plataforma horizontal, cando me dei conta de que o barco iniciaba un movemento de inmersión.
-Eh! Por todos os diaños! -gritou Ned Land, á vez que golpeaba co pé o ferro sonoro-. ábrannos, navegantes inhospitalarios!
Pero era difícil facerse ouvir no medio do ensordecedor zumbido da hélice.
Afortunadamente, cesou o movemento de inmersión.
De súpeto, produciuse no interior do barco un ruído de ferros, que precedeu á apertura dun porta pola que apareceu un home que proferiu un estraño berro antes de desaparecer deseguido.
Algúns instantes despois, oito homes moi fornidos, co rostro velado, apareceron pola abertura e, silenciosamente, introducíronnos na súa formidable máquina.
29 de xullo de 2011
HORRORES Y ERRORES (IV Bis)
Y ahora sí, ésta es la última entrega sobre este tema. Quizá haya otros similares, o quizá decida cometer un suicidio literario y me dedique a tocar algunos melindres por ahí. O a lo mejor me siento filosófica y me dedico a especular sobre la plantación de berenjenas transgénicas en Sri Lanka, quién sabe, cosas más raras he hecho. Pero no adelantemos acontecimientos. Dije que hablaría de lo que hay que tener en cuenta antes de escribir una historia, y a eso voy.
V. Vale, ya sé qué quiero contar. Y ahora, ¿cómo empiezo?
Pues, por el principio es una buena forma, y si tenéis una frase estupenda para comenzar, adelante, ¿a qué estáis esperando? El primer párrafo es el que engancha, así que no os cortéis: desplegad todo vuestro arte. Pero, por favor, recordad: ortografía, gramática, sencillez. Dicho esto, veamos qué no se debe olvidar:
a) El punto de vista. Pensadlo bien antes de empezar a escribir. No es lo mismo utilizar un narrador omnisciente que una primera persona, o una tercera subjetiva. No es lo mismo utilizar varios puntos de vista, que una única voz para toda la obra. Cualquiera de esas elecciones tiene sus ventajas y sus desventajas, y no todas cuadran con todos los estilos, ni con todas las historias. La primera persona puede acercar más el personaje al lector, pero, para mi gusto, se corre el riesgo de un cierto "infantilismo", además de limitar lo que el narrador —y por consiguiente el lector— "ve" en la historia. El narrador omnisciente es... tan obvio. Pero, bien, tiene la ventaja de que es eso: omnisciente. ¿Mi opción? Pues suelo decantarme por la tercera subjetiva a menos que la historia demande otra cosa, porque me permite definir mejor los personajes y ver la historia desde muchos ángulos. Pierdo la capacidad de describir ciertas escenas en las que aparecen personajes sin punto de vista, pero la verdad es que no me importa. Me siento cómoda con ese narrador, y todo el mundo debería sentirse cómodo con lo que está escribiendo, o de lo contrario no conseguirá sacar la redacción adelante. De todos modos, como ya he dicho, depende de lo que demande la historia. Cuando me preparo para escribir algo nuevo suelo tener las primeras frases en la cabeza, y es el propio relato, o novela, el que me dice qué persona usar sin que mi voluntad intervenga para nada en el proceso. Como ya explicaré más adelante, no es buena idea llevarle la contraria a tus historias...
Lo importante aquí es que, sea cuál sea vuestra elección, una vez tomada la decisión, no podéis cambiar de opinión a la mitad del camino. Valorad los pros y los contras de decantaros por una determinada opción, y pandad con las consecuencias. Sí, claro, he visto a algún autor pasarse esta regla por el mismísimo forro y con un resultado estupendo, pero, seamos serios: no sois Stephen King. Hay que vender lo que él vende, y conocer los trucos del oficio como él los conoce, para poner los dedos encima de las teclas y decir: «…Y este capítulo lo voy a escribir en primera persona, en presente, y desde el punto de vista de un perro, porque me sale de los mismísimos». Y que encima le quede bien. Con un par.
b) Los tiempos verbales. Bueno, personalmente detesto la narración en presente, pero eso no quiere decir que sea incorrecta. Sólo que yo la detesto. Así que, adelante, escribid en presente si queréis. O en pasado. O incluso hasta en futuro, si sois capaces. Pero, al igual que con el punto de vista, no cambiéis de idea. Si saltáis de un tiempo a otro, además de cometer un error de manual, confundís al lector y estropeáis la narración. Así que, mucho ojo.
Sí, bien, esta regla también puede mandarse al conco, pero no os lo recomiendo, en serio… Hace falta mucho más de lo que la mayoría de los escritores tiene para salir de ese embrollo con relativo éxito. ¿Se puede hacer? Sí, claro. Casi todo se puede hacer. Pero para conseguir un resultado lamentable, mejor no meterse en semejantes berenjenales.
c) Esquematización, orden. No soy muy ordenada, lo reconozco. Cuando tengo el fantasma de la sombra del suspiro de una idea, me pongo delante del netbook (sí, escribo en un netbook. Me he forzado a adaptarme al teclado pequeño, porque me puedo llevar mi chiquitín a todas partes y escribir dónde y cuándo me apetece) y “tiro millas”, bajo la asunción de que, tarde o temprano, mis personajes tendrán a bien informarme del tan esperado Qué Puñetas Va A Pasar Ahora. Y lo hacen. En serio, lo hacen. Jamás me peleo con ellos ni les llevo la contraria. Si yo tenía pensado que un determinado personaje fuera a dar un paseo por el parque y mirara las mariposas, pero él decide que quiere ir de botellón y mazarse a copas, le hago caso. Al fin y al cabo, la historia es suya. O al menos, tan suya como mía. Rara vez tengo completamente claro lo que va a pasar en mis historias, y rara vez me lo planteo en detalle antes de empezar a escribir.
Sí, lo sé: todos los talleres de escritura, todos los gurús de la literatura, todos los que saben —o creen que saben— algo de esto os dirán que hay que estructurar, planificar, ordenar e incluso —insértese aquí un estremecimiento de pavor— hacer esquemas de hasta el último maldito detalle de hasta la última maldita coma que tengáis en mente. Pues bueno, pues vale, pues ellos sabrán lo que dicen, e incluso hasta lo sabrán mejor que yo, o con mejores credenciales. Pero a mí personalmente me parece la muerte de la literatura. Creo que cada historia que nace de un teclado es algo vivo, que crece hasta límites que ni se habían contemplado en un principio, y que se desenvuelve como quiere, sin más límite que la propia imaginación del autor. Y, para mí, así es como debe ser. Pero eso es para mí, y me funciona a mí, y a alguna gente que conozco por ahí (hola, Nee) Lo que no quiere decir, ni mucho menos, que sirva para todos.
Así que, bueno, esquematizad lo que queráis, si es lo que necesitáis. Pero estad dispuestos a saltar por encima de vuestros propios esquemas si la historia os lo pide. Es inútil pelearse con los personajes, o con el modo en que las cosas quieren contarse. Sólo empeora el resultado y hace perder frescura a lo que se escribe.
Y con esto, ya tenéis bastante para pensar antes de escribir. Cuando ya tengáis vuestro pequeñín listo, y os pongáis a revisarlo, podéis hacerme caso e intentar no caer en lo que yo considero errores garrafales, o podéis pasar de mí por completo y decidir vuestras propias reglas. Allá vosotros y vuestra conciencia. Pero si conseguís publicar, y tenéis la mala suerte de que el libro caiga en mis manos y me dé por reseñarlo —algo difícil, lo reconozco, porque odio escribir reseñas... Pero oye, nunca se sabe, y yo puedo ser muy puñetera cuando me pongo—, os advierto que destriparé todas y cada una de vuestras faltas ortográficas y gramaticales, criticaré la elección de cada palabra rebuscada, y pondré a vuestros personajes mirando a Cuenca. Qué le vamos a hacer, nunca he dicho que sea una buena persona.
Pero tampoco soy tan mala, así que os dejo unos últimos consejos que, por descontado, también podéis ignorar.
a) Esto es literatura. Y como tal, son letras. Los números están fuera de lugar. Un par de cosas no están separadas por 15 cmts, lo están por quince centímetros. No pasan 1 ó 2 segundos (sí, sé que la RAE ha quitado esa tilde. Me importa muy poco. A veces, hasta los dignos académicos actúan sin pensar…), pasan uno o dos segundos. No estoy tan de acuerdo con el que no se puedan usar onomatopeyas, aunque es una de esas reglas tan comúnmente aceptadas. A mí es que me encanta decir que las puertas de un ascensor se abrieron con un «tímido ‘ting’», o que el despertador hizo «sonar su ‘riiing’ maldito». Pero mi estilo es bastante particular, así que saltarse esta regla en concreto, probablemente no funcione para todo el mundo.
b) Menuda mente tenemos. Mea culpa. Una de las cosas que más tengo que corregir. Los malditos adverbios terminados en –mente. Son el recurso fácil de una mente vaga, y hacen que la narración suene… ¿cacofónica? Evitadlos con el mismo cuidado con el que hay que evitar las repeticiones de palabras. Sí, hay palabras estupendas y que deberían poder usarse mil veces, lo sé. Y también hay palabras cómodas, o que no tienen un sinónimo claro (mi reino por un sinónimo de "sonrisa"), pero salvo en repeticiones buscadas a propósito como figuras retóricas, usar la misma palabra mil veces queda... feo. Sin más.
c) Ritmo y estructura. Lo habréis escuchado miles de veces: una historia tiene una presentación, un nudo y un desenlace. Y hay que dedicarle a cada uno el tiempo preciso. No vale apresurarse, no vale describir de forma exhaustiva a los personajes, contar con detalle el conflicto… y resolverlo en diez líneas. Es algo tramposo, brusco, y frustra al lector. Una novela —o incluso casi con más razón un relato corto— tiene que estar bien estructurada y seguir un ritmo lógico. Nada de prisas, nada de “esto lo termino yo en dos patadas”, porque así se cae en finales tipo: lo hizo un mago; era un sueño; la Isla era… No, tranquilos. Casi todo lo que escribo suele ser spoiler free, aunque si a estas alturas habéis conseguido no enteraros de cómo acaba Lost, deberíais aparecer en el Libro Guinness de los Récords.
A lo que iba: paciencia. Sé que resulta especialmente difícil en los concursos que imponen un límite mínimo de palabras, pero creo que el único truco para esto es escribir hasta que la historia queda perfectamente resuelta, y después ir “metiendo tijera” en algunos adjetivos aquí y allá, algunos artículos que pueden eliminarse, etc. Es preferible pasarse el trabajo de “poda” a que la historia quede coja y mal equilibrada porque estáis viendo que llegáis al límite de palabras, y todavía os falta sudar sangre para resolver la trama. Y si después de todo el trabajo de corta y pega excedéis el límite marcado por mucho, y no hay forma de hacerlo mejor sin mutilar el relato, pues… casi mejor esperad a otra ocasión con un límite mayor.
Aunque eso no cambiará el hecho de que odie las faltas de ortografía, deteste la prosa farragosa, y que los personajes sin “alma” me den urticaria.
28 de xullo de 2011
Aforismos de Leonardo
27 de xullo de 2011
O Proceso - Franz Kafka
Inacabado e con capítulos a medio facer, esta novela trascendeu na historia por outros dous motivos: Está escrita por Kafka. A novela misma é Kafka.
¿Que a diferencia entón das súas demáis obras?
Pois da metamorfosis quizáis nada. Simplemente cambia a forma de expresar a mesma idea.
En canto ó resto, non sei. Non lin nada máis.
¿Como podo entón atreverme a dicir quen é ou quen deixa de ser Kafka?
Bueno, para iso están os prólogos e a wikipedia.
Non vou contar agora a súa historia pois sobran as biografías , nin facer un resumo do libro que xa fixo moita xente. Tampouco vou contar a miña experiencia lectora ¿quen son eu para amosar tal despilfarro de xactancia?
Aínda que isto e o que levo facendo ata agora...¿Como me xustificarei? ¿Será simplemente que hoxe non teño gañas?, ¿Será que algunha vez tiven? So hai unha cousa máis triste que traballar de balde e sen ganas, traballar cobrando e sen ganas, porque estas atado a necesidade do diñeiro, en cambio eu son libre de deixar a labor cando a considere.
A pesar de que efectivamente, hoxe non tivera ganas, xa dei escrito un bo anaco do artigo e xa me sinto mellor. Se ben e certo que a metade das cousas que puxen non teñen relación co título que o encabeza, non me altera en demasía. Fago coma Kafka, non escribo para a xente, escribo para min.
Se ben é certo, hai un pequeno fallo, a pesar de que o meu artigo son eu, eu non son Kafka.
Certamente esta última frase ben podía ser un bonito peche do artigo, pero estas son as cousas misteriosas dos tornadizos carácteres (misterio que por tanto xa non é) dalgunhas personas, que me parece que debo seguir escribindo, xa que empecei.
Considero isto a mesma situación de cando miras a unha rapaza que parece que tamén te mira a ti, e te acercas a ela con vergoña e temor e pensas e repensas 20 veces non só a primeira frase, senón o tema que sacarás a continuación para que esta se manteña atenta a ti.
Pois o misterio non é máis que ese. A rapaza é nova e descoñecida cada día, e non é que non teña ganas de coñecela, e que normalmente son demasiado vago para acercarme a ela. O que suele pasar (por descarte e non por mérito meu) e que ela veña a min. Outras veces concedo citas a cegas un determinado día da semana , despois podo aparecer ou non aparecer (ou facerme de rogar), pero o feito e que a miña palabra de cabaleiro esta por riba da miña preguiza, e so desta maneira consigo ter algun tipo de éxito entre elas, e obrigarme a min mesmo a seguir facéndoo.
Máis despois de pasar un rato con ela, o máis corriente e que a conversación xa non de moito máis de si, e a decisión mais sensanta é despedirse cortesmente e citarse , se todo foi ben, para outro día.
-Ate o mércores que ven, linda .
26 de xullo de 2011
Alimentos industriais potencian a bacteria E. coli?
A aparición dun novo virotipo de E. coli en Alemaña, que desde maio deixou varias ducias de mortos e máis de 2.600 enfermos e ten de cabeza aos científicos, é un capítulo máis, pero non ten nada de ficción. En Europa aínda non se sabe cal foi a fonte da contaminación.
Mais
25 de xullo de 2011
24 de xullo de 2011
A arte de vestir un libro
O encuadernador vigués Pablo Otero Piñeiro xa pode dicir que un dos seus traballos forma parte da Biblioteca Nacional. Trátase da encadernación única de "Paraíso inhabitado", unha das obras da última Premio Cervantes, Ana María Matute, que lle valeu o terceiro galardón dos Premios Nacionais de Encadernación Artística do Ministerio de Cultura.
Maís desta nova
23 de xullo de 2011
20.000 leguas de viaxe baixo os mares (XXXII).
por mergullarse, non dou dous dólares polo meu pelello.
E aínda puidese dar menos. Facíase, pois, urxente comunicar cos seres encerrados no interior da máquina. Busquei na superficie da mesma unha abertura, unha escotilla, un «buraco de home», por empregar a expresión técnica. Pero as liñas de parafusos, sólidamente fixados nas xuntas dos ferros, eran continuas e uniformes.
A lúa desapareceu nese momento e sumiunos nunha profunda escuridade. Necesario era esperar a chegada do día para considerar os medios de penetración no interior do barco submarino.
Así, pois, a nosa salvación dependía unicamente do capricho dos misteriosos tripulantes que dirixían o aparello. Se decidían mergullarse, estariamos perdidos. Exceptuado este caso, non dubidaba eu da posibilidade de entrar en relación con eles. Pois, en efecto, de non producir por si mesmos o aire, necesario era que ascendesen de cando en vez á superficie do océano para renovar a súa provisión de moléculas respirables. De aí a necesidade de que existise unha abertura que puxese en comunicación o interior do barco coa atmosfera.
Había que descartar xa completamente toda esperanza de ser salvados polo comandante Farragut, pois iamos cara ao Oeste e a unha velocidade que, aínda que relativamente moderada, eu estimaba non inferior a unhas doce millas por hora. A hélice batía a auga cunha regularidade matemática, e ás veces emerxía lanzando unha espuma fosforescente a gran altura.
Cara ao catro da mañá aumentou a velocidade. Éranos moi difícil resistir a tan vertixinosa marcha, sobre todo cando as ondas azoutábannos de plano. Afortunadamente, Ned achou unha argolla fixada á superficie do aparello, á que puidemos agarrarnos con seguridade.
22 de xullo de 2011
HORRORES Y ERRORES (IV)
Con esta entrega, y a menos que, como dije la semana pasada, alguna de las inocentes ovejitas que me envían sus textos me haga recapacitar con algún horror salido de quién sabe qué oscuras profundidades del infierno lingüístico —sí, yo también os tengo aprecio, criaturitas—, termino mi compendio particular de pesadillas literarias, aunque no lo despido todavía, porque las cosas que me quedaban en el tintero han ocupado mucho más de lo que esperaba, así que no me ha quedado más remedio que dividir esta entrada en dos partes.
Hasta ahora os he hablado sobre mis peores fobias en materia de escritura, aunque hay mucho más. Hay muchas más trampas, muchos más fallos, muchos más horrores y errores que acechan en el proverbial callejón oscuro, esperando para asaltar al ingenuo escritor y convertir su texto en algo incomprensible, ilegible, o al menos muy diferente de lo que planeó en un principio. Ya comenté que hay decenas de cosas que pueden sacarme a patadas de la lectura y, creedme, lo dije literalmente: no es una, ni son dos. Son decenas. Hay muchos escollos que superar a la hora de sacar un relato adelante —o un artículo, o una novela, o…— que sólo se pueden superar con la práctica y que, por mucho que alguien intente señalároslos o corregíroslos, tenéis que ser vosotros mismos los que los veáis y aprendáis a superarlos.
Pero siempre se pueden dar algunos consejos, corregir algunos malos hábitos, y a eso es a lo que voy a dedicar estas últimas entradas, aunque creo firmemente que, si bien el escritor se hace, sobre todo nace, y es el instinto el que termina por hacer oficio, y ni un millón de correctores o consejeros mejor o peor intencionados puede sustituir lo que sólo puede conseguirse con un cierto talento innato, que no todo el mundo tiene. Sí, bien, es duro. Pero ¿qué queréis? Yo soy completamente sorda para las notas musicales, y siempre quise saber cantar. Oh, claro, puedo aprender. Todo puede aprenderse con la dosis apropiada de esfuerzo. Pero jamás cantaré como alguien que ha nacido con un don para la música, y ni una miríada de entregados maestros de canto van a cambiar eso. Del mismo modo, por muchos talleres literarios a los que asista alguien sin un mínimo talento, nunca podrá escribir como otra persona que sí lo tiene. Quizá es una idea “políticamente incorrecta”, pero es que, francamente, a mí la corrección política me la trae al pairo. Lamentable, lo sé.
Pero partamos de la base de que si alguien se ha planteado escribir es porque tiene lo que se necesita para hacerlo. No siempre es así —la falta de autocrítica es un mal muy común—, pero necesitamos partir de algún sitio, y esa es una premisa tan buena como cualquier otra para empezar. Así que aquí tenemos a nuestro escritor, plantado delante de su ordenador, con los dedos nerviosos sobre las teclas, una idea bullendo en la cabeza que pide a gritos ser escrita, y un folio en blanco —o su homónimo virtual— ante sus ojos.
Punto primero: no dejéis que nadie os engañe. No hay nada más tentador que un folio en blanco. Sí, es cierto: he escuchado mil veces eso del pánico a la hoja en blanco pero, en serio, son chorradas. Tenéis una historia que os ha empujado ante el teclado, y ahí está ese folio virgen, esperando que lo cambiéis para siempre con vuestras palabras. El subidón al escribir la primera frase es como un chute de adrenalina. Disfrutadlo. Saboreadlo. Sólo pasa una vez por historia.
¿Entendido? ¿Superado? Pues entonces ya podemos pasar al puñado de cosas que se deberían tener en cuenta antes de lanzarse al vacío. Por supuesto, y como casi cualquier otra opinión que pueda dar, son las cosas que yo considero importantes. Habrá quien señale otras, y me parece bien. No soy una autoridad en la materia, ya lo he dicho. Sólo sé lo que me gusta y lo que no, y he metido la pata tanto como cualquiera escribiendo —y en un montón de cosas, pero eso no viene al caso—, y a fuerza de empotrarme contra los mismos errores una y otra vez, he acabado por deducir que existen varios puntos que, necesariamente, hay que tener en cuenta. Otros habrán deducido otros, del mismo modo que yo tengo mis fobias y otros tendrán otras.
Así que, una vez instalados cómodamente ante el teclado, veamos si podemos no darnos un sopapo del quince nada más comenzar.
Para empezar podría decir que para escribir, como para casi todo en esta vida, hay reglas. Aunque, bueno, la verdad es que yo siempre he pensado en ellas con el mismo espíritu del código de los piratas: son más bien unas directrices generales. No creo en los «se hace así porque siempre se ha hecho así y no hay otra forma posible de hacerlo», pero sí creo que para saltarse las normas, primero hay que conocerlas. Y después decidir si tienes lo que hay que tener (literariamente hablando, no nos malinterpretemos) para no tomarlas en consideración en absoluto. Como todo lo que es artístico y creativo, los trucos y las normas no sirven para todo el mundo, y no funcionan de igual forma para todos. Y el que algo “se haya hecho siempre así”, no quiere decir que tenga que seguir haciéndose del mismo modo en el futuro. Hay que reinventar, o todo se anquilosa y se muere. Pero tampoco es buena idea echar a correr antes de saber andar, así que es conveniente tener una idea general del En Qué Diablos Me Estoy Metiendo, y para eso hay que tener claros unos cuantos asuntos antes de tirarse a la piscina. Asuntos como el punto de vista, el tiempo verbal y el esquema de la historia.
Y la semana que viene hablaré de cada uno de estos temas con detalle pero, por el momento, quedaos con esto: no es mi intención dar una clase magistral de escritura, algo para lo que, por otra parte, ni estoy cualificada, ni maldita la falta que me hace. Y, como tendréis ocasión de comprobar, es fácil ver, y soy muy consciente de ello, que todo lo que voy a decir se podría resumir del mismo modo: es así, pero puede ser de otra manera.
Frustrante, ¿no? Bueno, ¿qué esperabais? ¿Un milagro? Nada es tan simple como parece en un principio, y demos gracias a los dioses por ello.
21 de xullo de 2011
Aforismos de Leonardo
20 de xullo de 2011
Novela de xadrez - Stefan Zweig
A principal pega que lle atopan os lectores é a brevidade destes relatos ou novelas. Máis os que así pensan sorpréndeme que non entendan que si se sinten tan atraídos por éstes é precisamente pola eficiencia das palabras e a eficiencia dos personaxes. Están todos os que teñen que estar, non mais, e din aquelo que teñen que dicir, non menos. Así claro está, e a proba son os seus libros, que 100 páxinas abondan para contarnos unha historia e deixarnos ainda unha profunda fenda.
Novela de xadrez publicouse postumamente en 1944 , tres anos despois de ser escrita e dous despois da sua morte. Suicidouse xunto a sua muller en Brasil polo pesimismo de ver a rica cultura europea pronta a desaparecer polo dominio nazi que el pensaba se chegaría a extender mundialmente.
A novela é un fiel reflexo do seu último pesar .
O campión mundial de xadrez Mirko Centovic viaxa nun barco destino a un torneo moi importante noutro continente. Nese barco tamén viaxan por motivos axenos ó lector o Sr. Mac Connor , o señor B. e o narrador, ademais do resto de tripulantes que non atoparon cabida nesta historia.
A trama céntrase e digamos que culmina no desafío a unha partida de xadrez entre Mirko e o señor B .
Mirko aprendeu a xogar de pequeno mirando xogar o seu pai repetidas veces contra un amigo deste , e decimos que aprendeu porque un día sen máis senta por primeira vez diante dun taboleiro e vai gañando a todas e cada unha das persoas que osan poñerlle resistencia ata que non lle queda xa ninguén por gañar.
E se isto non é normal, menos normal e a forma na que o Sr B. aprendeu.
Apresado polas forzas nazis por sospeita de traición, é recluído durante meses nunha habitación moi luxosa dun hotel na que o único inquilino é el mesmo e o seu pensamento. Á espera dunha declaración delatora que o libere, se cadra, consume o seu corpo e a súa mente. Pronto a soltalo todo nun momento de debilidade extrema, casualmente atopa un amigo con quen relacionarse, un amigo en forma de libro... de xadrez.
O seu ánimo recupérase e a súa nova vitalidade sorprende os interrogadores.
Sobra dicir que o señor B. absorbe como un alento salvador todas as posicións, estratexias, aperturas e tácticas dese novo xogo ata tal punto que se transforma no seu mellor rival , pero co tempo no canto de salvarse, cae nun estado patolóxico de obsesión irracional por eses 64 cadriños bicolores. Máis paradoxicamente outra vez iso é o que o vai salvar pois a súa loucura fai que a estancia alí por mais tempo sexa totalmente desaconsellada polos medicos, e desta maneira logra a liberdade.
A partida e o seu desenlace é polo tanto un acontecemento único e inaudito na que so os tripulantes, e eu, foron testigos.
19 de xullo de 2011
Novela negra a bordo do 'Prestige'
A catástrofe do Prestige fixo correr ríos de tinta pero aínda que haxa libros de ficción que poidan tocar tanxencialmente a materia até agora ninguén se atreveu a desenvolver unha novela negra a bordo do propio petroleiro. Manuel Sánchez Dalama, un cubano descendente de galegos que reside en Vigo desde hai 11 anos, foi o primeiro en facelo. A súa novela A mancha negra publicouse fai un par de meses, despois de gañar o premio Ciudad de Badajoz en 2010.
18 de xullo de 2011
17 de xullo de 2011
Xoan Manuel Pintos - IV
E verás muitos alarbes
centulos e maricallos,
cazoleiros e godallos,
muito ninguén e arroaz.
Lacoeiros, gurumantes,
canaveses, galdrupeiros
escileres, raspalleiros
muito choqueiro e lambaz.
Esculapeiros, palurdos,
labregos e cortezudos,
furtabestas, pailanudos,
muito lavanco e animal,
lavercos, sandíos, laranjos,
lapalcados, lampreeiros,
mudamarcos, manteigueiros,
muito lapazo e sangual.
Lambruzas e larafousas,
rascamulas e lanudos,
baldrocas e mais felpudos,
estantiguas e lambóns,
lambisqueiros, tumbabolos,
nugalláns e mais larpeiros,
ciroláns e galdrumeiros,
macacos e carrejóns.
Catralbos, reviracielos
e moinas e atreizuados,
almas tortas e virados,
millenta e un adramáns,
macanqués e mulliolas,
larengos e castroeiros,
cirolás e farrulleiros,
e abondo de calancráns.
Gabachos, faramalleiros,
armadanzas, lambespiñas,
ducias de barbalmpiñas,
raposos chuchumecóns,
lamboiras, códeos, larbuzas,
toleiróns e canaveiros,
longueiróns e mais pieiros,
garabullos e tizóns.
Gorróns, latantes e gafos,
bousáns, congorxos, sarnosos,
famelgos, lerchos, tiñosos,
fadellos, meigos, cañóns,
jansporentrelas e grusmias,
aforragaitas, famentos,
mixiriqueiros, gafentos,
encrenques, lurpias, furóns.
Maloutáns e furabolos,
almallos e furabolos,
lacazáns e mais lareiros,
muito fino lapantín,
da aldea, mazabarrigas,
marrauns e arrocheiros,
talludos e farfulleiros
e mais tanto palanquín.
16 de xullo de 2011
20.000 leguas de viaxe baixo os mares (XXXI).
O descubrimento da existencia do ser máis fabuloso, do ser máis mitolóxico, non podería sorprender tanto e en tan alto grao á miña razón como o que acababa de facer. Que o prodixioso proveña do Creador, parece sinxelo. Pero achar de súpeto baixo os ollos o imposible, misteriosa e humanamente realizado, é algo que fai naufragar á razón.
E non había dúbida posible. Achabámonos, efectivamente, tendidos sobre a superficie dunha especie de barco submarino cuxa forma, até onde podía xulgar polo que dela vía, era a dun enorme peixe de aceiro. Ned Land tiña xa formada a súa opinión respecto diso, e Conseil e eu houbemos de compartila con el.
-Pero, posto que é así -dixen-, este aparello contén un mecanismo de locomoción e unha tripulación para manobralo.
-Evidentemente -respondeu o arponeiro-, e con todo fai xa tres horas que habito esta illa flotante sen que a súa tripulación dese aínda sinais de vida.
-Permaneceu inmóbil durante todo este tempo?
-Así é, señor Aronnax. Déixase mecer polas ondas, sen ningún outro movemento.
-Con todo, nós sabemos, sen a menor dúbida, que está dotado dunha gran velocidade. Agora ben, para producir esa velocidade fai falta unha máquina e para facer funcionar esta un maquinista. De todo iso infiro que... estamos salvados!
-Hum! -exclamou Ned Land, en ton de dúbida.
Naquel mesmo momento, e como corroboración do meu argumento, ouviuse un ruído procedente da extremidade posterior do estraño aparello, cuxo propulsor era evidentemente unha hélice, e púxose en movemento.
Apenas se tivemos tempo para aferrarnos ao seu parte superior que emerxía das augas nun oitenta centímetros. Afortunadamente, a súa velocidade non era excesiva.
15 de xullo de 2011
HORRORES Y ERRORES (III)
Y seguimos. Tercera y pienso que penúltima entrega, a no ser que en los próximos días reciba algún texto para corregir, se me abran las carnes con algún fallo garrafal y me inspire para otra entrega.
III. Y tú, ¿quién **ño eras?
No, no me refiero al autor, aunque podría ser. Hay tantos desconocidos —algunos porque se lo merecen, muchos otros porque… Bueno, porque para todo hay que tener suerte—, que bien podríamos estar hablando de ellos. Pero no, en esta ocasión me refiero a otros pobres seres aun más maltratados que los escritores desconocidos. A esas tristes criaturas que no pueden defenderse, porque no tienen más voz que la que otros les otorgan. Estoy hablando, por supuesto, de los personajes.
Veréis, si de leer hablamos, hay poca gente tan omnívora como yo. Me trago desde best sellers a autores desconocidos; desde literatura fantástica a novela histórica; desde microrelatos a sagas infinitas; desde libros maravillosamente bien escritos y ejecutados, hasta lo que yo llamo literatura de verano. Ya sabéis, esos libritos absurdos que sólo sirven para pasar el rato, y que olvidas en cuanto pasas la última página…
Dicho esto, podría pensarse que leo cualquier cosa, y que no tengo criterio. Bueno, es una forma de verlo, supongo, pero os aseguro que no hay nada más alejado de la realidad. A pesar de que en cuestión de literatura, como he dicho, como de todo, hay decenas de cosas que me pueden sacar a patadas de la lectura, que me hacen lanzar el libro al otro extremo del sofá con una maldición más o menos grosera dirigida a su autor (bien, lo de lanzarlo lo he solventado con la adquisición del e-reader, pero lo de acordarme de todos los muertos del osado escritor todavía no he conseguido corregirlo). De dos de ellas ya he hablado —la mala ortografía y los “palabros”— y ahora viene la tercera, probablemente la que más nerviosa me pone: los personajes planos. De verdad, hay pocas cosas que deteste más que estar leyendo una novela y confundirme los personajes. Odio pensar: «¿Eh? ¿Y este tío no había muerto? Pues va a ser que no. Entonces, ¿quién era? No me suena de nada». Y tener que volver páginas y más páginas hacia atrás, hasta descubrir quién era ese tipo que no me había quedado grabado porque… Bueno, porque lo mismo podía ser él, que el vecino de la esquina.
Hay muchos autores, incluso consagrados, que son incapaces de “empatizar” con sus propias criaturas, de conocerlas, de enamorarse de ellas. Porque, en definitiva, de eso se trata: de “colgarte” con tus personajes para querer pasar un rato con ellos todos los días, saber lo que les ocurrirá, cómo van a salir de los líos en los que los metes, cómo van a reaccionar, cómo progresarán…
No es fácil “dotar de vida” a un personaje, lo reconozco. Obliga al autor a plantearse quién es ese ser que ha salido de su imaginación: cuáles son sus miedos, sus objetivos, sus aficiones. Cómo reacciona bajo determinadas circunstancias. Qué gestos, qué expresiones le son propias…
Es un esfuerzo, cierto, y obliga a mirar cada personaje con lupa, y a encajar en él un puñado de detalles que lo hagan único y perfectamente reconocible. Sí, desde luego, es más fácil ponerle un nombre y dejarlo ahí para usarlo cuando conviene, y centrarse en La Historia, así con mayúsculas. Sí, mucho más fácil. Pero, diablos, son vuestros personajes. Los habéis creado. Les habéis dado vida. Sois sus “padres” a falta de una palabra mejor. Y es cruel plantarlos en la historia y abandonarlos a su suerte sin una personalidad, sin nada que los haga especiales, sin ofrecerles la oportunidad de crecer, de evolucionar y madurar. Y con madurar no me refiero a poner un párrafo en la narración que diga que el tío se ve más maduro, y ya que el lector saque sus propias conclusiones. Los lectores no son idiotas, ni hace falta darles todo hecho, pero hombre, tampoco es cuestión de que hagan ellos todo el trabajo.
La gente tiene sus manías, sus tics, sus frases hechas. A algunos nos vuelve locos el helado de chocolate y otros prefieren el jamón serrano. Hay gente invernal y gente que odia la lluvia. Hay optimistas, pesimistas, sarcásticos, irónicos, inocentes, dulces, crueles. Hay formas de hablar, de andar, de moverse, de vestirse, de comer… y sí, hasta de practicar sexo. Todo vale para darle vida a un personaje, para hacerlo único, para que el lector se quede con él y no lo olvide. Cualquier cosa antes de decir “se llama Juan y es alto y delgado”, y hala, carretera y manta, y Juan es igual que Pedro, y que Agustín, y que Marta, y que su santa madre y su desconocido padre.
Conoced a vuestros personajes. Enamoraos de ellos.
Y hacedles vivir.
14 de xullo de 2011
Aforismos de Leonardo
13 de xullo de 2011
Os oito pecados mortais da humanidade civilizada II - Konrad Lorenz
Siguen os catro últimos pecados que completan os oito que comezamos a semana pasada e que dan título ó libro de Konrad Lorenz.
5 ) Decandencia xenética
Dentro da civilización moderna non hai factor algún -salvo o "sentido xurídico natural" e moitas tradicións xurídicas trasmitidas -que exerza unha presión selectiva sobre o desenvolvemento e mantemento das normas sociais do comportamento, aínda cando isto sexa cada vez máis necesario co incremento da humanidade. Non cabe excluir a posibilidade de que o infantilismo por cuxa causa convertéronse en parasitos sociais moitos xóvenes "rebeldes" contemporáneos, teña condicións xenéticas.
6 )Quebrantamento da tradición
Por este conducto chégase a un punto crítico no que a xeración máis xoven non consegue entenderse culturalmente coa maior, e menos todavía, identificarse. Así pois trátase a esta coma un grupo étcnico exótico e a afrónta con odio nacionalista. As causas deste complexo "identificación-perturbacion" obedecen, sobre todo, o deficiente contacto entre pais e fillos, o que xa ten consecuencias patolóxicas no período da lactancia.
7 )Formación indoctrinada
Formación indoctrinada crecente da humanidade. A multiplicación dos grupos culturais aislados onde se agrupan estes homes orixina, en combinación co perfeccionamento dos recursos técnicos, un influxo sobre a opinión pública tendente a uniformar os criterios cunha intensidade xamáis coñecida por ningunha época da historia humana. Por engado, a acción suxestiva dunha doutrina firmemente inculcada acrecéntase co número de adictos, e quizáis incluso en proporción xeometrica. Hoxe en día, cando un individuo se sustrae a influencia dos medios informativos, por exemplo a televisión, se lle impoñen tendencias patóxenas. Investigación da opinión, técnica publicitaria, e hábil encauzamento da moda favorecen, por un lado, ós grandes, e por outro, os funcionarios alén do Telón de Aceiro para obter un domino similar sobre as masas.
8 )As armas nucleares
Que a humanidade provisionarase de armas nucleares representa para ela uns peligros bastante máis fáciles de evitar que os que son resultado dos sete procesos anteditos.
A foto que completa este artigo e o propio autor xunto a un ganso. É coñecida a súa aficción por eles dende pequeno.
E para rematar, outro dos seus interesantes pensamentos:
O feito simple de que meu can me queira mais que eu a el, constitue unha verdade tan innegable, que cada vez que penso nela, avergóñome.
12 de xullo de 2011
Peter Pan
11 de xullo de 2011
10 de xullo de 2011
A desaparición do Códice Calixtino
Era unha das xoias da Catedral de Santiago, o documento que popularizou as peregrinacións e lles deron carta de altura real. O Liber Sancti Iacobi, do que o Codex Calixtinus era a mellor copia, levaba 800 anos conservada na catedral. Consulta na nosa infografía a súa estrutura e contidos.
Unicamente o Deán e arquiveiro da Catedral, José María Díaz, e mais dous colaboradores tiñan acceso á camara que albergaba o Códice Calixtino. Díaz compareceu para responder ás preguntas dos medios e asegurou que a Catedral síntese "vítima dun roubo e dunha tremenda ilegalidade" (sic). Ademais, recoñeceu que "quen levou o códice sabía o seu valor, como chegar a el e de qué se trataba". Segundo explicou, a cámara que albergaba o a obra desaparecida contiña tamén outras obras de importancia e era habitual o acceso a ela para llas proporcionar a diferentes investigadores, ainda que o Códice en si nunca saía da mesma. Esta foi a única peza que desapareceu deste espazo.
Podes seguir a historia nas novas de cultura galega que se poden ver no menu da dereita deste blog.
9 de xullo de 2011
20.000 leguas de viaxe baixo os mares (XXX).
Pronto volvín en min, grazas a unhas vigorosas friccións que percorreron o meu corpo. Entreabrín os ollos.
-Conseil! -murmurei.
-Chamaba o señor? -dixo Conseil.
Á débil luz do luar que descendía polo horizonte vin unha figura que non era a de Conseil e que recoñecín deseguido.
-Ned! -exclamei.
-En persoa, señor, o mesmo, que vai correndo tras da curmá gañada -respondeu o canadense.
-Tamén lle precipitou ao mar o choque da fragata?
-Si, señor profesor, pero máis afortunado que vostede, puiden tomar pé case inmediatamente sobre un illote flotante.
-Un illote?
-Ou, por dicilo con máis propiedade, sobre o seu narval xigantesco.
-Explíquese, Ned.
-Só que pronto puiden comprender por que o meu arpón non lle feriu e se estrelou na súa pel.
-Porqué, Ned, porqué?
-Porque esta besta, señor profesor, está feita de aceiro.
Debo aquí facer provisión das miñas impresións,*revivificar os meus recordos e controlar as miñas propias asercións.
As últimas palabras do canadense deran un envorco ao meu cerebro. Rapidamente iceime até a cima do ser ou do obxecto semisumerxido que nos servía de refuxio e golpeeina co pé. Era evidentemente un corpo duro, impenetrable, e non a sustancia branda que forma a masa dos grandes
mamíferos mariños. Pero ese corpo duro podía ser un caparazón óseo semellante ao dos animais antediluviáns, que me permitiría clasificar ao monstro entre os réptiles anfibios, tales como as tartarugas e os aligátores.
Pois ben, non. O lombo negruzco que me soportaba era liso, bruñido, sen imbricacións. Respondía os golpes cunha sonoridade metálica, e, por incrible que fóra, parecía estar feito, que digo, estaba feito con ferros atornillados.
8 de xullo de 2011
HORRORES Y ERRORES (II Bis)
Al hilo de lo que comentaba la semana pasada sobre las “palabras” y los “palabros”, hoy traigo un artículo escrito por mi buena amiga y mejor correctora Ángeles, que ilustra con gran detalle los errores (horrores) a los que me refería en la entrada anterior.
Más y más “palabros”
En la primera entrega de esta serie se comentaba que todas las profesiones tienen sus herramientas, y las de un escritor son sus palabras.
No hay cosa en la que esté más de acuerdo. Si el artículo anterior hablaba de lo más básico, de aquello sobre lo que se sostiene todo: la gramática y la ortografía, y se planteaban éstas como las mejores cartas de presentación para un texto, echo a faltar un tercer punto en lo que al tema se refiere: el vocabulario.
Tan importante es saber escribir bien una palabra, y saber colocarla en su sitio adecuado, como saber su significado. Ya sé que esto es una perogrullada, y seguro que os extraña. Todos damos por hecho que sabemos lo que significan las que utilizamos. De hecho, debería extrañarnos a todos, ya que un diccionario debería ser como el ordenador hoy día, o el papel antaño: indispensable para un escritor que quiera presentar un texto correcto y decente.
Pero parece ser que no es ese el caso. Hoy día nos encontramos errores importantes a la hora de utilizar las palabras causados por el desconocimiento exacto de su significado por parte de los autores. Estos errores desaparecerían con un acto tan sencillo como consultar un simple vocabulario cuando tenemos la más mínima duda sobre una palabra. Un autor no puede confundir espingarda con espigada si quiere decirnos que una muchacha es alta y delgada. Corre el peligro de que el lector se quede con cara de “¿eh?”, de que tenga que releer un par de veces la frase para convencerse de que no ha leído mal. También es un riesgo que tenga que hacer, al final, lo que el escritor, por vagancia o prepotencia no hizo cuando debería: consultar. Y os aseguro que es algo que molesta mucho al lector y lo predispone en contra de lo que tiene en sus manos en ese momento, que es el libro.
No sé si lo que falla es la falta de orgullo por un trabajo bien hecho lo que hace escribir sobre el torso voluble, que no voluptuoso, de una mujer, o bien se peca de exceso de confianza cuando leemos sobre las manchas cabreadas, que no acebradas, del pelaje de un ser vivo. Creo que el mal concepto sobre el escritor que nos llevamos al leer estos ejemplos de error de vocabulario desaparecería si el autor se parase a pensar en la impresión que quiere dar al lector y repasara sus dudas con el diccionario cerca.
Vale que hay palabras que por su similitud ortográfica deberían estar prohibidas, pero creo que eso no es excusa para que una persona se encuentre asolada por la pena como si de un erial se tratara y no desolada por las desgracias sufridas. Para eso debemos tener el buen sentido de utilizar aquellas palabras de las que conocemos su significado o, si dudamos, consultarlo.
Y no vale pensar que la creosota es un arbusto, porque hay árboles del látex o del caucho, si no sabemos exactamente que lo es, ni podemos usar palabras mal escritas por el hecho de que nos gustan más. A mí me puede gustar más secerdote que sacerdote, pero no por ello será correcto, ni estaré escribiendo bien.
Otro punto importante es cuando utilizamos vocabulario específico de alguna profesión o técnica en concreto. Por mucho que el tío del escritor, que es pescador, o su abuelo, agricultor, le digan que siempre lo han dicho así, o que en su pueblo se les llama así, el escritor debería buscar, consultar, y si no está en el diccionario, no debería usar esa palabra. Precisamente contamos con un idioma, el castellano, de los más ricos en vocabulario que existen en el mundo. Eso nos permite tener opciones muy variadas para escribir lo que queremos sin necesidad de equívocos o neologismos extraños, de uso frecuente en pequeñas comunidades o zonas o profesiones.
Y no me vale decir que como en la editorial tienen correctores, que corrijan ellos. Como se apuntaba al principio, si el escritor quiere escribir, tiene que conocer sus herramientas de trabajo. Y las de mis queridos escritores, mal que les pese a veces, son las palabras.
Mala impresión se llevará de él y de su obra la editorial si presenta un escrito plagado de faltas y de errores de vocabulario, o de palabras que no existen. Mucho peor es la que se lleva el lector cuando gasta un dinero en un libro y lo ve defectuoso. Si compras una camisa y los ojales están descosidos, o tiene zonas deshilachadas, o le faltan botones, la devuelves indignado a la tienda. ¡¡Qué pena que eso no se pueda hacer con un libro!! Os aseguro que lo he intentado en más de una ocasión. Solo queda la opción de tachar de la lista al autor y a la editorial.
Nota: todos los ejemplos son verídicos, encontrados en libros escritos, editados, vendidos y comprados en España.
7 de xullo de 2011
6 de xullo de 2011
Os oito pecados mortais da humanidade civilizada - Konrad Lorenz
Konrad Lorenz (Viena, 1903 - Alterberg, 1989), Premio Nobel de Medicina 1973 foi un importante zoólogo e un dos pais da etoloxía (estudio do carácter e modos de comportamento do home). Deixou escritas as súas ideas en varias obras.
Esta que tratamos é a impresión escrita dunha serie de conferencias que retransmitiu pola radio acollendo moita aclamación no momento.
Data do ano 1973, polo que a día de hoxe pode estar algo desfasado. Hai outros problemas coma o paro ou se isto é unha democracia ou non é, que parecen estar máis en voga estos días.
Transcribo o último capítulo do libro, que é un recopilatorio, un resumen dos capítulos anteriores dedicados cada un a un pecado.
Esta semana os catro primeiros1) Superpoboación
O mércores que ven os outros catro
Superpoboación da Terra que , mediante unha oferta excesiva de contactos sociais, impón a cada ser humano a necesidade de precaverse contra eso dunha forma esencialmente "non humana", e que, por engadido, desata a agresividade directa co confinamento de moitos individuos nun espacio reducido.
2) Destrución do espacio vital
Devastación do espacio vital natural que non só destrúe o medio ambiente externo onde vivimos, senón o respeto amosado sempre polo home á beleza e grandiosidade dunha creación infinitamente superior a el.
3) A competencia consigo mesmo
Competencia da humanidade consigo mesma que propulsa o desenvolvemento tecnolóxico en prexuízo noso, ofusca ós homes en apreciación de todo valor auténtico e lles arrebata o tempo que deberían dedicar a xenuina actividade humana da reflexión.
4) Morte en vida do sentimento
Atrofia de todos os sentimentos e afectos vigorosos mediante o enervamento. O progreso tecnolóxico e farmacolóxico orixina unha creciente intolerancia contra todo o que ocasione o mínimo desagrado. Con iso desaparece a capacidade humana para o desfrute que só é posible despois de superar con gran esforzo os impedimentos. O movemento ondulatorio natural dos contrastes entre pesar e alegría decrece en oscilacións imperceptibles ata ocasionar un indicible aburrimento.
5 de xullo de 2011
A edición en galego medrou un 28 por cento en 2010
4 de xullo de 2011
Unha frase para empezar a semana.
Antón Reixa, músico, actor e xornalista galego
3 de xullo de 2011
Xoan Manuel Pintos - III
Meu amo na teima fico.
Son máis porfión que o pico
que as duras pedras debana.
Mais que vexa unha catana
de punta cabo do bico
hei de decir chichirico
é o lenguage gallego;
e a quen contraríe lle pego
cunha tranca que o espotrico.
2 de xullo de 2011
20.000 leguas de viaxe baixo os mares (XXIX).
-Déixame! Déixame! -díxenlle.
-Abandonar ao señor! Nunca! Antes afogareime eu. Afogareime antes que el.
A lúa apareceu naquel momento, entre os bordos dunha espesa nube que o vento levaba cara ao Leste. A superficie do mar rieló baixo os seus raios. A benfeitora luz reanimou as nosas forzas. Puiden levantar a cabeza e escrutar o horizonte. Vin a fragata, a un cinco millas de nós, como unha masa escura, apenas reconocible. Pero non había nin un bote á vista.
Quixen gritar. -Para que, a tal distancia! Os meus beizos inchados non deixaron pasar ningún son.
Conseil puido articular algunhas palabras, e gritar repetidas veces:
-Socorro! Socorro!
Suspendidos por un instante os nosos movementos, escoitamos. E quizá fose un deses zumbidos que no oído produce o sangue conxestionado, pero pareceume que un berro respondera ao de Conseil.
-Ouviches? -murmurei.
-Si! Si!
E Conseil lanzou ao espazo outra chamada desesperada.
Xa non había erro posible. Unha voz humana estaba a responder á nosa! Era a voz dalgún infortunado abandonado no medio do océano, a doutra vítima do choque sufrido polo navío? Ou proviña esa voz dun bote da fragata, chamándonos na escuridade?
Conseil fixo un supremo esforzo e, apoiándose no meu ombreiro, mentres eu extraía forzas dunha última convulsión, ergueu medio corpo fose da auga sobre a que caeu deseguido, esgotado.
-Viches algo?
-Vin... -murmurou-, vin .... pero non falemos..., conservemos todas as nosas forzas ...
Que podía ver? Entón, non se como nin por que, asaltoume por vez primeira o recordo do monstro. Pero e esa voz ... ? Nestes tempos os Xonás non se refuxian xa no ventre das baleas.
1 de xullo de 2011
HORRORES Y ERRORES (II)
II. Palabras y “palabros”.
Reconozco que mucho de lo que voy a decir es una opinión puramente subjetiva, y probablemente habría mucho que criticar a esa opinión. Pero, qué queréis que os diga, yo también tengo derecho a tener mis opiniones y son tan válidas como las de cualquiera.
Y en este tema, tengo unas opiniones más que firmes, que se resumen en una simple máxima: sencillez, por favor, sencillez. Una prosa cuidada, no es necesariamente una prosa barroca, o rebuscada. La palabra más inusual, o más extraña a nuestros oídos, no es necesariamente la más correcta. Ni de lejos… A eso es a lo que me refiero cuando hablo de “palabras y palabros”: a la tendencia de algunos escritores al barroquismo más insidioso.
No me malinterpretéis: no tengo nada en contra de la prosa “poética”. Dependiendo del tema, dependiendo de la historia, incluso me parece imprescindible. Pero, del mismo modo, dependiendo del tema y dependiendo de la historia, también me parece más que prescindible. Quiero decir: Poe no sería lo que es, si hubiera escrito sus pesadillas de borracho con la prosa de Bukowsky (a quién personalmente detesto, pero eso es otra historia), y al "realismo sucio" de Bukowsky no le pegaría nada una prosa gótica y recargada. Una historia no es solo una idea: es una gramática y una ortografía, como dije la semana pasada; es un conjunto de personajes “vivos” y con “alma”, con los que el lector pueda empatizar (o a los que pueda odiar a muerte, ya puestos); y es un lenguaje apropiado a lo que se quiere contar. De nada sirve tener una de esas cosas, y fallar en las demás. La historia se cae, literariamente hablando.
Y, ya desde un punto de vista puramente práctico, esos “palabros” encierran una trampa mortal para la mayoría de los escritores noveles: no saben cómo usarlos correctamente. Parece increíble, pero es así. En las correcciones que acostumbro a hacer de relatos de escritores aficionados, me he encontrado de todo: desde palabras “extrañas” que no quieren decir lo que el autor piensa (ni de lejos), hasta palabras usadas con la preposición incorrecta, pasando por diálogos que parecen de chicle precisamente por el uso de esas palabras. Seamos serios: la gente “normal” no habla como en un teatrillo del siglo XVIII. La gente normal usa muletillas, expresiones adquiridas, titubea, dice tacos… La prosa no resulta más brillante por hacer que nuestros personajes hablen como… bueno, como personajes y no como personas reales.
Es cierto, lo dije antes, y lo repito ahora: soy una firme defensora de la naturalidad y la sencillez, y no me avergüenzo lo más mínimo de ello. Creo que la prosa no debe descuidarse, pero tampoco hay que forzarla. No sirve de nada buscar la palabra más difícil, si esa palabra no es la más precisa, o la que mejor encaja con el tono general de la obra. Eso no le da al texto mayor calidad, sólo lo hace, en la mayoría de las ocasiones, más farragoso e incomprensible, y sumerge al lector en una confusión absoluta.
Escribir no es demostrar que se saben muchas palabras, que se conoce el diccionario de cabo a rabo. Es poner el corazón en las teclas, y contar la historia que siempre quisiste leer, tal y como siempre quisiste leerla. Tan fácil y tan difícil como eso.