11 de xuño de 2018

El marido complaciente

Marqués de Sade

El marido complaciente
Toda Francia terminó por saber que el príncipe de Bauffremmont tenía más o
menos los mismos gustos del cardenal del que acabamos de hablar. Le habían
concedido por esposa a una señorita muy novata, a la que, según la costumbre, no
habían aleccionado hasta la víspera.

-Sin más explicación – dijo la madre -, porque la decencia no me permite entrar en
ciertos detalles, hay una sola cosa que debo recomendarte, hija mía; desconfía de
las primeras proposiciones que te haga tu marido, y dile con firmeza: no, señor, de
ningún modo es por allí por donde se posee a una mujer honesta; por cualquier
otro lado, tanto como le guste, pero por allí no, por cierto...
Se acuestan, y por principio de pudor y honestidad que no le habían siquiera
sospechado, el príncipe, queriendo hacer las cosas en regla por lo menos la primera
vez, ofrece a su mujer sólo los castos placeres del himeneo pero la jovencita bien
instruida, se acuerda de la lección:

-¿Por quién me toma, señor? – le dice -, ¿se pensó usted que yo consentiría en
tales cosas? Por cualquier otro lado, tanto como le guste, pero por allí no, por
cierto...
-Pero, señora...
-No, señor, es en vano, nunca va a conseguir que consienta.
-Pues bien, señora, hay que satisfaceros – dijo el príncipe, apoderándose de los
altares que le eran caros -; me disgustaría mucho que se dijera que alguna vez quise
desagradarle.

Y que vengan ahora a decirnos que no vale la pena instruir a las chicas sobre lo que
deberán dar algún día a sus maridos.

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