9 de setembro de 2011

YO DE MAYOR QUIERO SER...

…Una noble y abnegada esposa, dispuesta a todo por su admirado cónyuge. O el Don de una gran familia de mafiosos, repartiendo favores por doquier a todos mis asociados. Y si ya pudiera ser las dos cosas a un tiempo, sería la leche en verso alejandrino, con acentuación clásica y sin sinalefa.

Lo que pasa es que, cuando nací, mi padre ya vaticinó que su santa había parido una soltera y, aunque la idea de dominar el mundo me tienta muchísimo, el poder es algo que hay que ganarse con cierto esfuerzo y yo soy demasiado vaga. De no ser así, ¿qué no haría yo para favorecer a los míos? ¿Hasta dónde no sería capaz de llegar por conseguirles sus sueños más oscuros? Pues probablemente más lejos de lo que supondría amañar un concurso para que salieran victoriosos en él, para qué negarlo…

Sí, soy consciente de que la mayoría no tenéis ni idea de lo que hablo, pero creedme, vivís mejor así, pensando que el mundo es un lugar justo, donde prima la honradez y el buen hacer. Donde la gente es legal, donde quien alcanza un relativo —y voy a subrayar ese "relativo"— éxito lo hace porque lo merece. Vivís mejor sin atravesar esa frontera difusa entre las nubes de colores y la gris realidad. Yo, para mi suerte o mi desgracia, la crucé hace mucho. Pero, claro, hace ya tanto que, en lugar de llenarme de justa indignación, lo que me provocan ciertas noticias —de esas que llegan susurradas de boca en boca, que inundan mi correo con frases ornadas con nada menos que cinco exclamaciones (síntoma inequívoco de locura, si hacemos caso del maestro Pratchett), que pueblan con más o menos disimulo las redes sociales— es una hilaridad amarga, de esas que te arrancan una carcajada seca e incrédula, con un cierto regusto a bilis por lo estúpido de la humanidad. Porque le puedo perdonar muchas cosas a la gente: les puedo perdonar que sean crueles, les puedo perdonar que pasen por encima de los demás para proteger y encumbrar a los suyos. Les puedo perdonar casi cualquier cosa, porque siempre he creído en eso de que el que esté libre de pecado lance la primera piedra, y líbrenme los dioses de acercarme a una cantera, que yo tengo mucho que rascar…

Pero lo que no les puedo perdonar es que, encima de carecer de cualquier virtud humana digna de mención, sean estúpidos.

La estupidez me enerva, francamente.

Y a alguien que convoca un concurso que gana su cónyuge y varios de los asociados a su organización, así, sin ningún disimulo, y que encima tiene los santos ovarios de decir que “fue inevitable”, en plan “y ahora me voy silbando con las manos en los bolsillos”, pues hay pocas formas de clasificarlo que no sean “estúpido”.

Un poquito de disimulo, hombre, por favor, que el mundo es un pañuelo, y todo se sabe. Y si bien es cierto que esa “estupidez” es achacable a gran parte de la humanidad, no todos somos ciegos, sordos y, sobre todo, mudos.

Con esto no le estoy negando el mérito a los autores que han ganado, conste. No puedo hacerlo porque a muchos de ellos —entre los que se cuenta el familiar “nepotizado”— no los he leído, y otro pequeño puñado es posible que se merezca la victoria. Aunque también es verdad que, a alguno de los que no he leído —inclúyase aquí el nombre del susodicho familiar— ha sido porque varias personas de cuyo criterio me fío sin reservas me los han desaconsejado, y mucho. Pero eso no hace menos cierto que no puedo criticar lo que no conozco —para qué, de todos modos. Dentro de lo que sí conozco ya tengo bastante con lo que cebarme...—, y que por tanto no voy a meterme en camisa de once varas maldiciendo contra la decisión de un jurado que, quizá y sólo quizá, sea tan honrado como puede ser. Tengo mis sospechas, claro. Creo que es evidente. Pero hasta aquí puedo llegar.

Pero lo que sí puedo criticar es que alguien esté tan desesperado por hacerse un currículum, por conseguir un premio, por ganar doscientos —míseros— euros, como para arriesgar su reputación a manos de gente como yo, que procura no pasar ni una, dándonos que hablar al presentarse a un concurso que, a todas luces, peca de una endogamia galopante. Lo ético y apropiado en esto de los concursos patrocinados pasa por no permitir que se presenten miembros del colectivo, asociación, empresa o grupo que los organiza. E incluso por extender el veto a los familiares directos por vía consanguínea hasta la octava generación. Y a la cabra. Es lo lógico. Y, ¿por qué es lo lógico? Pues precisamente para evitar estas suspicacias de “fulanito ganó porque es el marido de menganita”, o “citanito consiguió el tercer premio porque es primo segundo del marido de la peluquera que le depila el bigote a la organizadora” o “cuchufito fue el segundo clasificado porque su prima del pueblo se acuesta con el sufrido dietista de la presidenta, dietista que, además, está a tratamiento psiquiátrico con el cuñado por parte de padre de la vicerrectora de la universidad a la que asistió el yerno del secretario de la organización”.

Porque esos rumores no benefician a nadie: ni a la organización, ni a los ganadores, ni a un señor de Cuenca que pasaba por ahí y se vio en medio de todo el fregado. Y mucho menos cuando los comentarios de portería ya sugerían ciertos asuntos turbios previos entre la organización y cierta editorial, en plan “yo apoyo, tú publicas”. O puede que fuera al revés, que cuando la rumorología y el cotilleo vil entran en acción, nunca se sabe si fue primero el huevo o la gallina, o había un pollo cojo enredando por ahí. O un ornitorrinco albino, incluso.

Que no hay que fiarse de los rumores, eso lo sabemos todos. Pero, por desgracia, da la casualidad que este es un país de cotillas vocacionales, y una vez más no seré yo la que lance la primera piedra. Así que, o se tienen unas espaldas que ríete tú de Conan, o casi mejor no dar que hablar y no echar mucha leña al fuego del comadreo...

Y, bien, seré yo, que en el fondo, y a pesar de mi innato cinismo y mi poca fe en la especie humana, creo que lo que se consigue con esfuerzo y por méritos propios es mucho más valioso que lo que te regalan, pero es que estas cosas me dan vergüenza ajena. Y lástima. Y una cierta compasión asqueada por esa facción de la humanidad capaz de vender su —¿buen?— nombre por cuatro duros y una portada. Suena medieval, sí. El honor, la honra, la lealtad hacia uno mismo y hacia los demás… Lo sé, es absurdo en estos tiempos que corren. Pero, qué queréis: soy muchas cosas y pocas buenas, pero el día que me venda será por algo que me saque de pobre para siempre, y no por un roñoso “vale regalo”.

Rara que es una…

12 comentarios:

  1. "...Lo ético y apropiado en esto de los concursos patrocinados pasa por no permitir que se presenten miembros del colectivo, asociación, empresa o grupo que los organiza..."

    :O ¿Yo no puedo participar en el concurso de microrrelatos?

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  2. Tu organizas el concurso de microrrelatos? Me imagino que será según el nivel que ocupes en la organización.
    En este caso es que es muy exagerado, porque además de ser el marido de la presidenta, es el VICEPRESIDENTE de la asociación que organiza el concurso. O por lo menos lo era días antes de convocarse el concurso.

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  3. Ah, ahora veo por qué preguntabas si no se ganaba dinero, Fran XD ¿Tan convencido estás de tu victoria? Así me gusta, con confianza XD

    Nah, en serio. No es lo mismo, de todos modos. Para empezar porque el concurso de micros es más "casero". Y para seguir porque, hasta dónde yo sé, tú no estás casado con el tipejo ese que tú y yo sabemos, ¿no?

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  4. Cuando se entere de lo que le has llamado, tu si que jamas ganarás.

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  5. Le llamo cosas mucho peores, confía en mí XD

    Y yo no me voy a presentar, así que tengo barra libre :)

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  6. Se puede presentar todo el que quiera, pueda o sepa.

    A mi ni me parece escandaloso darle un premio (lo digo por el de ajedrez) a un miembro de la asociación organizadora, sobre todo si van a ser muchos los autores y el premio es sólo publicar el libro.

    ¿Pero esto que contais no es ficción? ¿Existe un caso asi realmente? Pensaba que era imaginación calenturienta.

    Fran; ni se te ocurra confiar en Silvia, no le hagas caso.

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  7. Nah, no es ficción, pero es que ya sabes: la realidad siempre supera a la ficción. Incluso en tu imaginación calenturienta.

    ¡Eh, que yo soy de confianza! Bueno, vale, más o menos. Pero reconoce que no le he dicho ninguna mentira: te llamo cosas mucho peores que "tipejo", ahora no vengas a hacerte el chulo...

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  8. Lo que pasa es que algunos querrían ser el marido para que les publicasen y se celan.
    ¿Había dinero por medio?
    ¿Aquello de que la caridad bien entendida empieza por uno mismo ya no se aplica?

    [MODE SARCASTIC OFF]

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  9. Pues muchos querrían ser el marido, puede ser. A mí personalmente me repatearía que pensaran que gané un concurso porque alguien cercano a mí está en la organización, pero de todo hay...

    Dinero había más bien poco. Creo que puse cuánto en algún sitio... Y seh, la caridad bien entendida empieza por uno mismo, claro que sí... Cosa distinta es lo que puedan pensar los demás de esa caridad...

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  10. Lo de tipejo hasta suena amable en ti.
    No voy a reproducir las cosas que nos llamamos o cierran la página.

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  11. Casi mejor no lo reproduzcas, no...

    Uy, mira qué curiosidades tiene el idioma: si quitas el "lo" y lo cambias por un "te", también resulta una frase que expresa a la perfección mis pensamientos. Y es una muestra sutil y poco vulgar de las lindezas que solemos dedicarnos XD

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  12. Y este tipo de situaciones, aunque desde luego no sirva de consuelo, se dan en la mayoría de concursos de este país, no solo en el ámbito literario, aunque pasan más desapercibidas ciertamente. Puede que no funcione bien el sistema de transporte público, o de abastecimiento eléctrico, o económico, o etcéteras, etcéteros, y etcéteres, pero el de amiguismos está perfectamente establecido, de lo que deduzco que si se cambia la "r" por una "l", la calidad bien entendida también empieza por uno mismo.

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