Hace unos días
leía en Facebook una noticia realmente inquietante: Stephanie Meyer piensa
seguir con la saga Crepúsculo.
Calma y tranquilidad, fans de los vampiros fosforescentes.
Haced el favor de guardar los cuchillos porque no voy a ponerme a criticar la
saga. ¿Para qué? Muchos lo han hecho antes que yo —no tantos como la han
encumbrado, lo que no mejora mi fe en la humanidad, pero eso es otra historia—
y, en realidad, hacer crítica literaria ni me gusta, ni entra en mis planes. Al
menos de momento. Siempre puedo cambiar de opinión, si la ocasión lo merece.
Pero al hilo de esa noticia, sí me
gustaría hacer mías las palabras de uno de los participantes del desvarío que
siguió a la publicación de la noticia: ¿Es absolutamente necesario que lo haga?
¿No hay otra opción?
Independientemente de que esas
preguntas llevaran a una divagación gore festiva,
capaz de hacer dudar de la salud mental de los que participamos en ella, en lugar de a un sesudo debate sobre el
tema, para mí quien lo preguntó dio en el clavo: ¿no hay más opciones? ¿En serio?
¿No se te ocurre otra cosa? Yo qué sé: zombies que no se pudren y que huelen a
perfumes florales, fantasmas que siguen en la tierra por sus votos de castidad.
Lo que sea. Cualquier cosa. Pero ¿por qué continuar algo que ya está acabado?
A ver, no me malinterpretéis: como
ya he dicho muchas veces, defiendo el derecho del escritor a forrarse con su
obra, con independencia de la calidad de ésta. Y, en el caso concreto de esta
dichosa saga, por muy mala que sea, ha conseguido que un montón de crías que no
habían leído en su vida, se tragaran varios tochos cuasi enciclopédicos. Y, a
lo mejor, si los dioses son propicios, alguna de ellas ha leído algo más después
de eso. Sólo por eso, merece un cierto respeto, aunque sea distante.
Pero hay cosas que me sacan de mis
casillas, y ahora mismo hablo desde el puro punto de vista del lector. Odio que
se prolongue innecesariamente una historia que se ha dado por finalizada. Lo
odio incluso cuando se trata de autores que me gustan, y con historias con las
que he disfrutado muchísimo.
Y conste que entiendo el punto de
vista del autor y el editor, que no quieren matar a la gallina de los huevos de
oro. Yo tampoco querría si estuviera en su lugar. Supongo. No lo sé. Ya he
dicho alguna vez que las historias son lo que son: algunas nacen para ser
relatos, otras para ser novelas y otras necesitan varios libros para contarse
enteras. Y no me importa lo que el autor elija. No rechazo las "n-logías" por
sistema, como tampoco rechazo los relatos cortos. Ni como escritora, ni como
lectora.
Lo que me joroba —y me joroba mucho—
son las historias que se alargan hasta el infinito sólo con el más o menos
noble motivo de seguir forrándose a costa de ellas. Me gustan las historias que
empiezan, que crecen y que llega un punto en que terminan. Me da igual que
terminen en cien páginas o en cien millones, pero me gusta que el autor sepa lo
que va a hacer con su historia y que sepa que la va a terminar. Que sepa hasta dónde quiere llegar, sin alargar el
camino artificialmente con vueltas y más revueltas. Y me gusta que cuando las
historias están terminadas se queden ahí. Cuando se vuelve sobre algo que ya se
ha cerrado para contar lo que les ha pasado a los protagonistas con sus hijos/nietos/mascotas
(táchese lo que no proceda), me dan ganas de matar a alguien.
Claro que es el mundo que el autor
ha creado, y son sus personajes, y tiene derecho a hacer lo que le dé la real
gana con ellos. Por supuesto. Y yo, como lectora, tengo todo mi derecho a
mandarlo al conco sin pestañear. Porque una cosa es que me venda una historia
larguísima, que me parece estupendo —eh, él no tiene la culpa de haber imaginado algo tan largo— y otra
que pretenda que siga algo que ha prolongado artificialmente sólo porque los
lectores acogimos la primera novela dando palmas con las orejas. No, nene, no.
Paso. Me vendes la primera, empieza y termina y yo soy feliz y espero ansiosa
que escribas otra cosa. Pero si
después me dices que, bueno, que has pensado que igual podría haber una segunda
para explicar cosas del primera que bueno, que igual no han quedado claras, o
porque, en realidad, no se resolvió, sólo pensaste que lo hizo, pues igual
pico. Eso sí: a la tercera me acuerdo de tus ancestros.
Porque si pensaste al acabar la
primera novela que quizá podías seguirla y la cerraste más o menos en falso,
dejando una puerta abierta por si sonaba la flauta (ya sabéis, como en las películas
de terror, que matan al monstruo pero luego aparece una mano putrefacta
saliendo de la tierra en plan susto y tal), pues me cuela. Pero si me has
contado una historia entera, y luego pretendes volver a abrirla, como quien
abre una herida sana y ya curada, pues paso de leértela. No me gusta que me
hagan trampa, y como lectora me siento estafada. Es como si me dijeras: «Eh, no
tengo más ideas y ésta ha gustado. Lo hago por forrarme a tu costa, no puedes
culparme». Y no, no puedo.
Pero tampoco tengo
por qué permitirlo.
Por supuesto, es decisión del autor
hacer lo que quiera. Es su decisión ser legal y cerrar sus historias cuando
procede y pasar a otro proyecto, como lo es alargarlas innecesariamente. Pero
claro, también los lectores deciden. Y habrá a quien no le moleste que una saga
se prolongue hasta el infinito, hasta que el autor muera, hasta que los dioses
sean propicios o hasta que caigan las ventas, lo que quiera que suceda antes. Y
esa gente seguirá comprando, y seguirá disfrutando de una auténtica historia
interminable, y será feliz. Y el autor y la editorial también serán felices
porque seguirán vendiendo y ganándose el cocido. Pero estoy segura de que tiene
que haber lectores como yo, que después de un número indeterminado de libros
sin que la historia parezca tener un final, pierden la paciencia y dejan de
leer. Y no puedo hablar por los demás, pero yo soy muy rencorosa, y
probablemente dejaré de leerle esa saga, y cualquier otra que esté por venir.
Ya sabéis: «Si
me engañas una vez, culpa tuya; si me engañas dos, culpa mía».
Pues sí que parece una tomadura de pelo, aunque a muchos masoquistas les encantará .
ResponderEliminarPor eso se hace, supongo. Porque hay un montón de gente a la que le da igual ocho que ochenta :S
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